Sergio Torrente (profesor de Física y Química)

IES Miguel de Cervantes (Murcia)

Cuando pensamos en un zombie, lo hacemos al estilo The Walking Dead o Resident Evil. Pensamos en seres despojados de lo que consideramos humanidad, en personas cubiertas de sangre, torpes y carentes de cualquier rasgo que los hubiese caracterizado antes de la conversión. Cuando hay un zombi, ya no hay mamá, papá o amigos; solo un monstruo que tratará de matarte porque, después de volver a la vida, se trata únicamente de un cuerpo humano controlado por una naturaleza que escapa a nuestro entendimiento y control.

Pero ¿qué tiene todo esto de cierto?

Lo primero que me gustaría dejar claro es que, después de la muerte, no se puede volver a la vida. Una vez tus células dejan de funcionar, rápidamente se destruyen y no hay vuelta atrás. Así que, los zombies clásicos no existen.

Ahora bien, los zombies que provienen de cuerpos vivos son una historia que está más cerca de la realidad de lo que nos gustaría.

Primer escenario: Bacterias y neurotoxinas.

Hay algunas bacterias que producen unas toxinas llamadas neurotoxinas, que son aquellas que afectan a nuestro sistema nervioso. Actualmente existen varias bacterias de este tipo, pero las más conocidas son la clostridium botulinum y clostridium tetani. La primera produce unas neurotoxinas que impiden que el músculo se contraiga, produciendo la enfermedad llamada botulismo. La segunda hace que el músculo se contraiga de manera persistente, produciendo la archiconocida enfermedad del tétanos.

Ahora bien, estas toxinas son extremadamente potentes. ¿Por qué digo esto? Porque si hubiese una toxina similar que afectara al hipotálamo, podríamos estar ante una situación… desesperante. El hipotálamo regula el comportamiento, hambre, sed, etc., y una neurotoxina podría causar un mal funcionamiento. Si afecta, además, a los llamados centros de castigo, produciendo una sobreactivación… Pasarían dos cosas: hambre incontrolada y un comportamiento denominado patrón de cólera, que conlleva a una agresividad extrema y a una menor percepción del dolor. Así funcionan los zombies, ¿no?

¿Por qué este tipo de bacterias?

Unas bacterias que provocan una infección, si llegaran a afectar al encéfalo, provocarían unos síntomas menos específicos. O también provocarían una muerte por edema cerebral.

Al tratarse de bacterias productoras de potentes neurotoxinas, con una pocas bastaría para provocar estragos en una persona, por lo que la transmisión por mordiscos sería viable.

Segundo escenario: Hongos productores sustancias psicoactivas.

Estos zombies son muy parecidos a los otros, pero la causa es una totalmente distinta. Y también es cierto que estos zombies ya existen.

Me refiero a las hormigas y a unos hongos del género cordiceps. Lo que hacen las hormigas cuando son infectadas es bastante peculiar: pierden el control sobre sí mismas y trepan a las copas de los árboles. Una vez allí, los pájaros se las comen y, con sus excrementos, diseminan las esporas del hongo.

Aun así, este comportamiento tan específico no es una orden compleja: el hongo, adueñado del sistema nervioso central, hace que la hormiga busque un lugar con humedad y temperatura determinada. Lo bueno es que este mecanismo se ha obtenido después de millones de años de evolución y de forma específica para las hormigas. Estamos a salvo.

Podrían preocuparnos los hongos que producen sustancias psicoactivas (las “típicas” que provocan alucinaciones). Si alguna de estas sustancias pudiese acceder al hipotálamo y provocar el ya nombrado patrón de cólera, estaríamos ante una situación parecida a la anterior, la de las bacterias.

La transmisión sería lo difícil. Podría haber un hongo que produjese esporas y que estas infectasen otros organismos, pero esto es imposible (por ahora, al menos).

Por lo tanto, los hongos difícilmente podrían causar un apocalipsis zombie.

Tercer escenario: Virus de la rabia.

Los animales afectados por este virus sufren alteraciones en su comportamiento (por algo se llama rabia, por la casi continua “ira” que muestran los infectados). Hay otro síntoma, la hidrofobia o miedo al agua, con el que una persona infectada puede llegar a perder la cordura por una deshidratación severa.

Nada nuevo: el virus de la rabia afecta al hipotálamo (y a otras partes del sistema límbico, pero principalmente a esta parte), esta vez inflamándolo.

La transmisión es por la saliva. Antes se hablaba de perros callejeros con la rabia; y ahora se sabe que se transmite sobre todo por culpa de mapaches y murciélagos con el virus.

Lo bueno es que se trata de un virus de acción lenta, de fácil detección y con una cura relativamente sencilla y barata, por lo que un apocalipsis zombie causado por este virus estaría descartado… Por ahora. Siempre podría mutar, haciéndose más transmisible y causando síntomas casi al instante, ahora sí, al más puro estilo apocalipsis zombie.

Conclusión, ¿sería posible la existencia de los zombies?

La respuesta es un sí rotundo.

Pero un apocalipsis… es otra historia. No se trata de muertos vivientes, sino de seres vivos que han perdido el control. Y esta negativa se puede resumir en tres puntos.

  • La transmisión del agente infeccioso no sería tan agresiva como en las películas: normalmente haría falta más de un mordisco para ser infectado y convertido.

  • También hay que tener en cuenta que los zombies no podrían durar más de un par de semanas con vida. Con esas lamentables condiciones de vida, con poca comida y agua, siempre correteando de un lado para otro… Acabarían muriendo de agotamiento.

  • Si no llegasen a morir de agotamiento, lo harían ante enfermedades oportunistas, dado que su sistema inmune será incapaz de funcionar correctamente.

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