EL FUTURO ES UNA CONQUISTA

Óscar Urralburu

Discurso de Graduación

18 de mayo de 2022

Cuando me senté a escribir estas palabras me entraron ciertas dudas. Seguro que tenéis muy presente esa sensación de vértigo ante el folio en blanco. Esa mezcla de emoción y temor, de aventura y riesgo que, aunque os extrañe, todos sentimos. También el profesorado. Así que, con el mismo método que os enseñé en clase, empecé a modo de borrador a lanzar palabras, imágenes, conceptos, a ordenar ideas… intentando ver si podía encontrar en medio de la espesura de mi cabeza ese “claro en el bosque” que me permitiera encontrar un camino de pensamiento, un hilo narrativo para contar de modo ordenado una historia.

Porque de eso se trata en el fondo todo discurso, de narrar una pequeña historia. Una historia de vida, de nuestra vida, que, como decía Séneca, se compondrá de un presente brevísimo; de un pasado cierto; y de un futuro siempre dudoso.

Me vais a permitir que apenas hable del pasado ni del presente. Del presente, porque lo tenéis encima y se llama EBAU. Llevamos dos años diciéndoos “ya veréis cuando llegue la EBAU”. Bueno, pues ya está aquí, “tempus fugit irreparabile”, que decía Virgilio. Ya está aquí, ya ha llegado, pero no os preocupéis, que si estáis aquí es porque estáis sobradamente preparados y lo vais a hacer muy bien.

Voy a evitar también rememorar los seis años que habéis pasado, como mínimo, entre estas paredes. A veces aprendiendo, otras luchando, las más sufriendo y, especialmente los lunes por la mañana primera hora, si teníais Historia, durmiendo… Bueno, los lunes a primera hora y a última, y, conforme os habéis hecho mayores, los viernes y los juernes. Que no por nada habéis interiorizado, como afirma el “bildung” hegeliano, que el camino de la formación es un camino de alegría, idea que refuerza la letra del himno por excelencia de los estudiantes en el día de su graduación:

GAUDEAMUS IGITUR

IUVENES DUM SUMUS.

(Alegrémonos pues,

mientras seamos jóvenes…)

Espero sinceramente que durante este tiempo hayáis vivido alegres y que el recuerdo del instituto sea en vosotros un recuerdo feliz.

Aparquemos la melancolía y pensemos que hoy empieza para vosotros una nueva vida. Hoy toca hablar de futuro. De vuestro futuro particular y del futuro del que vais a formar parte.

Habrá quien piense… “¡Qué sorpresa un profe de Historia hablando de futuro!”. Efectivamente, algunos piensan que los historiadores, como los economistas, somos los únicos profetas que hablamos del futuro solo cuando este ya ha pasado. Pero quienes habéis sido alumnos míos sabéis que en mis clases de Historia hablo mucho de futuro, porque la Historia del Mundo Contemporáneo es una suerte de Historia de los Mundos Posibles, una Historia de las diferentes maneras que ha encontrado el ser humano de imaginar el porvenir, y que empiezan a darse precisamente en los inicios de nuestra era, allá por los siglos XVII y XVIII, cuando nació la idea moderna de futuro.

Premonitoriamente, San Agustín, en sus Confesiones, hablaba allá por el siglo V de la dificultad que tenía el ser humano para imaginar el futuro. Decía: si el pasado es un hecho que ha dejado de ser y el presente un instante prácticamente inexistente, inaprensible, sólo el futuro se nos aparece como una dimensión del tiempo en la que como seres humanos podemos intervenir. El viejo San Agustín se adelantó mil años al deseo de porvenir que caracterizará a la modernidad.

La idea de futuro, como la idea de Ser Humano que tenemos hoy, ese que creemos ser, ese en el que nos identificamos, no ha existido siempre; al contrario, es un invento cultural relativamente reciente: apenas tiene 300 años. Será a partir del desarrollo de la física matemática de Galileo y Newton cuando los hechos físicos pasen a ser encuadrados como hechos predecibles de la vida, cuando quede incorporada culturalmente la idea de que el nuevo ser humano, el ser ilustrado, puede intervenir individual y colectivamente para modelar su futuro.

Y tal día como hoy, os pido que no lo olvidéis, ni renunciéis nunca a ello, y menos ahora que vienen tiempos turbulentos. No os abracéis a la futurofobia, a la nostalgia o al gusto por el apocalipsis…

No soy Steve Job, ni esto es la Universidad de Stanford, así que no os tengo que prometer que todo va a ser fácil, que vuestro futuro está en vuestra mano, que si creéis en lo que hacéis y trabajáis duro lo vais a conseguir. Los jóvenes de hoy sois perfectamente conscientes de las enormes dificultades del mundo actual y tenéis perfecta capacidad de imaginar los obstáculos que os depara el futuro. Muchos me habéis dicho en clase que creéis que no vais a conocer ya las pensiones o que es posible que nunca podáis enseñar una jirafa a vuestros hijos e hijas. Sois nativos digitales y tras la pandemia habéis interiorizado que es muy probable que vuestro trabajo futuro se desarrolle fundamentalmente online y que vuestros clientes, jefes o compañeros de trabajo se encuentren a miles de kilómetros.

Es más que posible que no lleguéis a conocer la sociedad del pleno empleo, los horarios de trabajo regulados, los salarios indexados al IPC o los contratos a jornada completa. Pero sí os digo que no podéis perder la ilusión ni la confianza de que las cosas puedan ir mejor, a pesar de las dificultades y los contratiempos, a pesar de los negativos augurios, debéis seguir creyendo en el valor de la idea de la libertad para describir vuestra vida. Debéis seguir pensando en que todos y todas, cada uno de vosotros y de vosotras tenéis los mismos derechos que los demás para cumplir vuestros sueños, debéis seguir confiando en que, si no sois capaces de hacerlo solos, habrá alguien, siempre, que os tienda fraternalmente la mano para que sea posible.

El sueño de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad tiene tanta vigencia hoy como cuando nació hace 230 años en Francia, o cuando recaló en 1812 en un pueblo español consciente y con voluntad expresa de participar colectivamente en la construcción de su porvenir. Somos eso. No lo olvidemos. Os pido que no lo olvidemos. No debemos olvidarlo nosotros, los adultos, totalmente responsables de la situación actual, pero mucho menos vosotros y vosotras, la nueva generación, que sin responsabilidad alguna en el actual devenir del mundo, en este encadenamiento sin fin de crisis, vais a tener que cargar sobre vuestras espaldas con algunos de los mayores retos a los que se ha enfrentado nunca la humanidad: de la crisis perpetua al reto del cambio climático; de la pandemia a los riesgos que comportará sobre nuestro modo de vida el fin de las energías fósiles; de la guerra de Ucrania a las renacidas amenazas existentes en el nuevo orden mundial.

Que el descreimiento, el pesimismo o la resignación no os invadan. Y mucho menos el cinismo. Sobre vuestras espaldas recae la enorme y emocionante responsabilidad de imaginar un futuro nuevo que sea mejor que el actual presente. Hacedlo como hace más de un siglo lo hicieron las ficciones hermosas y utópicas de Julio Verne o H.G.Wells y evitad dejaros arrastrar por las distopías inhumanas del 1984 de Orwell, Blade Runner o la última de El Joker.

No tengáis miedo al futuro. La vida no tiene por qué ser un capítulo de “Black Mirror”.

Con estas últimas palabras que os dirijo como profesor, querido alumnado, os invito a pensar con ambición y valentía vuestra vida. Os invito a ser valientes, porque la virtud de la vida no consiste tan sólo en temer o evitar los peligros que nos acechan. Os invito también a explorar vuestras potencialidades y afrontar los riesgos, a pesar de la posibilidad siempre real de fracaso. Soy consciente de que no va a ser fácil. Va a ser duro y vais a tener que trabajar mucho para conseguirlo y no siempre lo lograréis a la primera. Pero la vida es cumplir sin temor con la tarea, nada pequeña, de decidir cómo queréis que sea vuestro porvenir individual y colectivo, de soñar y desear lo que queréis ser como personas y como generación: cómo queréis ser, con quiénes y cómo queréis compartir vuestra vida y qué mundo queréis dejar a vuestros hijos e hijas.

Para terminar, hago mías las palabras de Bobby Kennedy cuando decía que el futuro no es un regalo, es una conquista: ¡hala!, ¡a conquistarlo! Y hacedlo con la idea de que sois muchos y de que no estáis solos, porque ese futuro es el lugar en el que vais a pasar el resto de vuestra vida.

Como docentes os pasamos el testigo, esperando haberos dotado de instrumentos suficientes para vuestro desempeño y de una consideración especial sobre el valor del cuidado, del cuidado individual y social, del saber, el conocimiento y la cultura en el avance de la humanidad.

Mucho ánimo en la tarea y muchísima suerte en vuestra vida.

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